miércoles, 26 de octubre de 2016

La primera exposición, camino Miguel Ángel López


Día de la inauguración.


Fue una experiencia interesante, el autor Miguel Ángel López González narraba a través de sus obras la continuación de la historia de los Óneiros, una civilización imaginaria que queda atrapada en el cajón de un sastre tras su muerte y se desplaza en busca de una salida. Esta civilización se desarrollaba en los instrumentos de costura que, como el autor dice, pudieron estar inspirados en su infancia. 

Los cuadros gozaban de un cuidado detallismo, tanto pictórico como simbólico, escondiendo secretos en cada una de sus obras.

La pieza que daba comienzo a la exposición estaba formada por las dos partes de una tijera, la exposición continuaba por la izquierda de la entrada donde las civilizaciones crecían sobre ovillos, dedales con presencia de pequeñas máquinas voladoras. Eran representaciones estáticas pero reflejan, en su quietud, muchísimo movimiento.

 Las obras se dividían en dos tipos las de fondo negro y las de fondo blanco, que solían ser gemelas de las de fondo oscuro. Con ello, el autor quería criticar que la oscuridad fuera negra, ya que el negro otorga muchos más matices a los colores, los hace brillantes y los resalta, haciendo la obra más luminosa, mientras que las blancas eran más cegadoras y costaba más esfuerzo sacar los matices, por lo que resultando, en comparación,  más oscuras y más apagadas. 

                                             
Segundo día 

Volví a la exposición, y ya con más calma, Ana y yo nos dispusimos a encontrar los secretos que había escondidos en las obras, encontramos al Laoconte envuelto en una glicina en vez de una serpiente, acompañado por el David de Miguel Ángel. En paredes y globos se escondían letras griegas (alfa y omega) y en los globos se disimulaban letras asiáticas, cuyo significado intentamos descubrir. Los de los edificios, de una de las ciudades basada en Venecia, estaban divididos en orientales y occidentales, el nombre de la obra estaba grabado en las tijeras, la palabra circus apareció en una carpa de las obras finales, el cambio de actitud de los árboles pájaro, la repetición de algunos paisajes e instrumentos en obras de fondo blanco y obras de fondo negro. 

Tuvimos la suerte de encontrar de nuevo al autor, y poder preguntarle acerca de lo que creíamos a haber encontrado y todos juntos le escuchamos hablar sobre los hallazgos, las letras asiáticas escribían temas de fe, esperanza,  los ovillos eran gemelos en los cuadros, el cambio de actitud de las aves árbol, que cuando encontraban el lugar adecuado anidaban y enraizaban perdiendo la necesidad de volver a moverse de lugar y sobre historias y detalles de los que no nos habíamos percatado. Las ciudades eran ciudades de cooperación e ideales de asentamiento humano, en las que no se daban las miserias de nuestras ciudades; como algunas de estas ciudades estaban atadas y, solo cuando conseguían desatarse, podían encontrar su propio rumbo. Los fragmentos de lana estaban vinculados con los vientos, la importancia de la abeja vehículo, el circo que para él representaba la libertad y un yin yang en el templo de la ciudad veneciana del que sólo se percibía el yin y al encontrarlo aparecía el yang. 

Por último, en la última obra, de la que ya nos contó el primer día que la brecha de la aguja era un portal y como lo que se dirige a él era la carpa, su símbolo de la libertad. Una libertad para ambos, para los liberados y para los que encontrarán en ese mundo.












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