Día de la inauguración.
Fue una experiencia interesante, el autor Miguel Ángel López González narraba a
través de sus obras la continuación de la historia de los Óneiros, una
civilización imaginaria que queda atrapada en el cajón de un sastre tras su
muerte y se desplaza en busca de una salida. Esta civilización se desarrollaba en
los instrumentos de costura que, como el autor dice, pudieron estar inspirados en
su infancia.
Los cuadros gozaban de un cuidado detallismo, tanto
pictórico como simbólico, escondiendo secretos en cada una de sus obras.
La pieza que daba comienzo a la exposición estaba
formada por las dos partes de una tijera, la exposición continuaba por la
izquierda de la entrada donde las civilizaciones crecían sobre ovillos, dedales
con presencia de pequeñas máquinas voladoras. Eran representaciones estáticas
pero reflejan, en su quietud, muchísimo movimiento.
Las obras se
dividían en dos tipos las de fondo negro y las de fondo blanco, que solían ser
gemelas de las de fondo oscuro. Con ello, el autor quería criticar que la
oscuridad fuera negra, ya que el negro otorga muchos más matices a los colores,
los hace brillantes y los resalta, haciendo la obra más luminosa, mientras que
las blancas eran más cegadoras y costaba más esfuerzo sacar los matices, por lo
que resultando, en comparación, más oscuras y más apagadas.
Segundo día
Volví a la exposición, y ya con más calma, Ana y yo
nos dispusimos a encontrar los secretos que había escondidos en las obras,
encontramos al Laoconte envuelto en una glicina en vez de una serpiente, acompañado
por el David de Miguel Ángel. En paredes y globos se escondían letras griegas (alfa
y omega) y en los globos se disimulaban letras asiáticas, cuyo significado
intentamos descubrir. Los de los edificios, de una de las ciudades basada en
Venecia, estaban divididos en orientales y occidentales, el nombre de la obra estaba
grabado en las tijeras, la palabra circus apareció en una carpa de las obras
finales, el cambio de actitud de los árboles pájaro, la repetición de algunos
paisajes e instrumentos en obras de fondo blanco y obras de fondo negro.
Tuvimos la suerte de encontrar de nuevo al autor, y
poder preguntarle acerca de lo que creíamos a haber encontrado y todos juntos le
escuchamos hablar sobre los hallazgos, las letras asiáticas escribían temas de fe,
esperanza, los ovillos eran gemelos en
los cuadros, el cambio de actitud de las aves árbol, que cuando encontraban el
lugar adecuado anidaban y enraizaban perdiendo la necesidad de volver a moverse
de lugar y sobre historias y detalles de los que no nos habíamos percatado. Las
ciudades eran ciudades de cooperación e ideales de asentamiento humano, en las
que no se daban las miserias de nuestras ciudades; como algunas de estas
ciudades estaban atadas y, solo cuando conseguían desatarse, podían encontrar
su propio rumbo. Los fragmentos de lana estaban vinculados con los vientos, la
importancia de la abeja vehículo, el circo que para él representaba la libertad
y un yin yang en el templo de la ciudad veneciana del que sólo se percibía el
yin y al encontrarlo aparecía el yang.
Por último, en la última obra, de la que ya nos contó
el primer día que la brecha de la aguja era un portal y como lo que se dirige a
él era la carpa, su símbolo de la libertad. Una libertad para ambos, para los
liberados y para los que encontrarán en ese mundo.

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